Si, ben necesario estoutro artigo:
Ser feminista
consiste en reconocer que existen desigualdades de género que son
injustas y actuar para que esas desigualdades dejen de existir. Para los
varones, implica renunciar a ciertos privilegios de los que gozan (a
costa, por supuesto, de sus pares femeninos) y esa no es tarea fácil.
Por como está configurado el orden social en que vivimos, los hombres
(incluso aquellos que se declaran “igualitarios”, incluso quienes no son
el CEO de alguna empresa, incluso aquellos que pertenecen a una clase
social desatendida y explotada) se benefician de la opresión de la
mujer. Lo bueno es que, como feminista no se nace, se hace, estas cosas que pueden no salirnos “naturalmente”, se pueden aprender. Entonces ¿qué debe tener en cuenta un varón que desea construir una sociedad más igualitaria?
Te invitamos a asumir el compromiso de:
1. Reconocer y denunciar las desigualdades de género
El primer paso es identificar las desigualdades (WARNING: una vez que te ponés las gafas violetas
no hay manera de volver atrás). ¿Cómo hacerlo? Leé y escuchá a las
feministas, tenemos miles de ejemplos de cómo se manifiesta el sexismo.
Pero no termina ahí. No alcanza con ver las desigualdades, también hay
que actuar para modificarlas. No seas un mero espectador.
Cuando uno de tus amigos o compañeros de trabajo varones tenga
comentarios sexistas, no se lo festejes. Podés mostrarle que estás en
desacuerdo y explicarle qué hay detrás de esa frase, ese “chiste” o ese
comportamiento que relata como hazaña. Interpelá a las personas que
hacen, dicen o publican cosas sexistas (especialmente en medios y redes
sociales). ¿Te puede costar alguna que otra amistad o un momento
incómodo? Es probable. Pero ¡vamos! nadie dijo que es fácil ser
feminista.
2. Equiparar esfuerzos y horas para realizar las tareas del hogar
Limpiar, cocinar, lavar, planchar y
hacer las compras no son tareas diferenciadas por género, cualquiera
puede hacerlas. Sin embargo, el 76% del trabajo doméstico no remunerado recae sobre las mujeres. Y ya lo dijo Silvia Federici
“eso que ustedes llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado”.
Pensá como son las cosas en tu casa, ¿quién se ocupa? Pensá cómo eran
antes si ya no vivís con tus padres. ¿No ves una fuerte asimetría entre
las responsabilidades entre varones y mujeres? Tomá nota de la distribución de tareas en tu hogar.
Hacerse cargo de esto significa no poner excusas y que nadie te lo
tenga que pedir. Nuevamente, no se trata de “colaborar”, sino de hacer
lo que te corresponde por vivir bajo ese mismo techo y básicamente lo
que te tocaría hacer si vivieras solo (y no vale llamar a mamá para que
lo haga por vos).
3. Compartir equitativamente las tareas de cuidado de hijas e hijos: el cuidado es responsabilidad de ambos.
La responsabilidad es compartida. Tu
trabajo no empieza cuando la madre no está presente y termina cuando
ella regresa. No sos su suplente. Acompañalos en las tareas escolares, cocinarles e interesate en sus actividades.
Encargate de hacer las citas con el médico y de seguir los
tratamientos, de preparar la ropa del próximo día, de pensar en los
regalos de cumpleaños de sus amigos. Insistí incluso aunque en un primer
momento te digan que no. No se trata de “ofrecer ayuda”, sino de
involucrarse activamente en su cuidado, educación y salud. ¡En esto
todos salen ganando!
4. Dejar de replicar estereotipos de género
Los estereotipos de género son
creencias de cómo debe ser el comportamiento de varones y mujeres y qué
roles deben desempeñar en el trabajo, la familia y el espacio público.
Es necesario reconocerlos y dejar de replicarlos ya que refuerzan
relaciones poco respetuosas, desigualdades en el trato y dificultan las posibilidades de desarrollo y crecimiento de las mujeres.
¿Cómo hacerlo? Estar atentos a no caer en el doble estándar (varón que
trabaja cuida a su familia / mujer que trabaja, descuida a sus hijos;
varón que tiene sexo con múltiples compañeras, es un ganador / mujer que
tiene sexo con múltiples compañeros, es una regalada) y tampoco a
reforzarlos mediante el comportamiento (como por ejemplo quedarse
sentados mientras las mujeres levantan la mesa).
5. Evitar el mansplaining
¿Qué es mansplaining? Es un término relativamente nuevo (combinación de dos palabras en inglés man y explain
– “varón” y ”explicar”) que se utiliza para señalar casos en los cuales
los varones intentan explicarle algo a las mujeres de manera
condescendiente o paternalista, sin tener en cuenta que ellas pueden
saber más sobre el tema que ellos mismos. Este tipo de comportamiento responde a la idea de que el varón sabe más que su interlocutora
sólo por el hecho de que ella es mujer ¿Por qué es importante evitar
esto? Porque puede contribuir a que las mujeres, que ya tenemos el
“chip” de la falta de confianza en nosotras mismas instalado,
intervengamos menos en público incluso cuando estemos más que
calificadas para hacerlo.
6. Escuchar si una mujer señala que algo que decís / hacés es sexista
Si frente a un reclamo que te hace una
mujer de “eso que estás diciendo / haciendo es machista” sentís que “no
es tan así”, que es exagerado, que está siendo demasiado sensible o que
no se trata de un tema de género, atención: puede ser porque tu propia posición no te permita verlo.
Cualquier tipo de privilegio es muchas veces difícil de captar por
quienes son beneficiados por él. ¿Por qué? Porque las normas, usos y
costumbres de casi todas las sociedades en este mundo responden a los
intereses de los más privilegiados (varones, blancos, educados, con
buena posición económica) y por ello son naturalizadas e
invisibilizadas. Es por este motivo que los actos diarios de sexismo
pasan a menudo desapercibidos.
Dentro de la violencia machista
existen casos más explícitos, y por ende más accesibles a su
reconocimiento, como los femicidios, los actos de violencia física o
incluso las agresiones verbales explícitas, pero también casos menos
explícitos, los sutiles. Estos son casi siempre ignorados y a menudo
negados porque no se los considera potencialmente dañinos para las
mujeres. Si una mujer se siente ofendida, menospreciada, agredida por un
comentario machista, hay que prestar atención a su reclamo (aunque haya
sido dicho “con buena intención”, porque -como es bien sabido- el
camino al infierno está lleno de buenas intenciones).
7. Siempre que sea posible, dar lugar a las mujeres
El feminismo no sólo consiste en
reconocer y señalar las desigualdades entre varones y mujeres, también
hay que trabajar para eliminarlas. En muchas actividades de debate, por
ejemplo, se arman paneles 100% masculinos.
En primer lugar, es bueno sencillamente señalarlo. Además, siempre que
se pueda hay que incluir y recomendar mujeres e incluso, ¿por qué no?,
ceder tu lugar para que sea ocupado por una de ellas. Mujeres
capacitadas sobran, lo que falta es romper con las barreras que les
impiden acceder a diferentes lugares. Es bueno el ejercicio de pensar
“¿qué mujer podría ocupar mi lugar mejor que yo?” Si solo se te ocurren
nombres de varones, se puede intentar organizar concursos, becas u otras
acciones que permitan sumar más mujeres.
8. Entender que los “piropos callejeros” son una forma de machismo
El acoso verbal es una forma de
violencia. Es además una práctica naturalizada en nuestra cultura que
padecen miles de mujeres todos los días y que se confunde (o se trata de
justificar) apelando a que se trata de gestos de “galantería”.
Este acoso pone a las mujeres en la
situación de aceptar calladas, de manera pasiva y sumisa los comentarios
que les realizan (desde un “que linda que sos” hasta un “mami, si te
agarro te hago otro hijo”, pasando por “que ganas de violarte” o “te
rompo el culo”) o someterse al enojo de estos falsos galanes si osan
responder que les molesta el piropo (“andá a la mierda fea”, “sos una
histérica”) que a veces termina en situaciones de violencia física.
9. Asumir responsabilidades en relación con el sexo
La anticoncepción y la prevención de
enfermedades de transmisión sexual (ETS) son responsabilidad de ambos.
No todas las mujeres quieren o pueden utilizar métodos hormonales (como
los anticonceptivos orales o inyectables), respetá esta decisión y no te quejes de tener que usar preservativos. Procurá siempre tenerlos encima. Si eligen anticonceptivos orales para evitar el embarazo (atenti que no te protegen de las ITS)
ofrecete a cubrir parte del costo de las pastillas y asegurate de que
no sea sólo tu pareja la que tiene que recordar todos los días que tiene
que tomar la pastilla. La anticoncepción es una tarea de ambos.
El sexo siempre tiene que ser
explícitamente consentido por ambas partes. Para ello tienen que tener
la libertad y la capacidad para hacerlo: no ser forzados/as por nadie y
estar en condiciones de comprender la implicancia de sus decisiones.
Tené presente que NO siempre es NO. En todos los casos y situaciones:
Pero ya subió a mi departamento NO es NO
Pero ya nos sacamos la ropa NO es NO
Pero es mi pareja NO es NO
Pero mirá cómo está vestida NO es NO
No me dijo no. pero tampoco sí… Entonces es NO.
10. Hablar de feminismo frente a otras personas
Hablá de feminismo en tus conversaciones cotidianas con otros varones. Ayudá a que se entienda que no se trata de un “machismo al revés”
(se trata de igualdad y respeto). Compartí tus reflexiones. Leé e
informate sobre feminismo: es un movimiento complejo, en constante
cambio y con diferentes posiciones en su interior (que a veces difieren
entre sí, no llegan a un acuerdo y hasta pueden parecer contradictorias
-como sucede en todo movimiento social-) y vale la pena conocer su
historia y su actualidad. Apoyate en el conocimiento de tus amigas,
conocidas, y colegas feministas. Hacé preguntas. Muchas. Y hacelas
siempre desde el respeto y las genuinas ganas de entender.
– Ser respetuoso y no invadir con tu cuerpo el espacio de la mujeres (evitá el manspreading en el transporte público y si ves a una mujer caminando sola de noche, mantené tu distancia)
– Reclamar licencias laborales por paternidad
(esto es también parte de responsabilizarse por el cuidado de hijos e
hijas y que no recaiga de manera asimétrica en las mujeres coartando, a
su vez, posibilidades de desarrollo profesional)
– Leer libros, mirar películas y consumir producciones culturales hechas por mujeres: un
buen ejercicio es preguntarse cuántas autoras hay en tu biblioteca o
cuántas películas con directoras mujeres viste. Existe la falsa creencia
de que los libros, películas y obras realizados por hombres nos
interpelan a todos como seres humanos, y que aquellos producidos por
mujeres son solo “para minitas”.
– No consumir contenidos sexistas, que denigren o humillen a las mujeres (o a cualquier otra persona, para el caso). Hay que denunciarlos.
– Tener amigas mujeres (sí: la amistad entre varones y mujeres existe y es valiosísima si se funda en el respeto y la igualdad)
– Cuando se habla de
asuntos que se refieren directamente a los cuerpos y experiencias de las
mujeres, escuchar antes de dar una opinión (la
experiencia subjetiva de las mujeres es valiosa y a menudo las
creencias de los varones sobre estos temas están marcadas por
prejuicios)
– Entender que ampliar derechos y equiparar obligaciones es bueno para todos (esta
lucha también implica conseguir licencia de paternidad, cambiadores en
baños de hombres, libertad para vestirse sin ser prejuzgado, para
llorar, etc.)
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