Artigo no País.
La cuesta de enero se suele enfilar con agujetas. La resaca del 1 de
enero, el no-día por antonomasia, esa jornada en la que mucha gente cena
los bordes de la pizza que pidió a domicilio a mediodía, abona la vid
para ese sentimiento de culpa en el que florecen los grandes propósitos.
Durante esta primera semana del año, en definitiva, se firman cheques
que no se podrán pagar. Y una de esas promesas, que uno se formula
mientras pierde el tiempo revisando con una mezcla de melancolía y
vergüenza las fotografías de la fiesta de Nochevieja en las redes
sociales, es la de leer más.
En estas listas de propósitos, leer se sitúa (por una extraña razón que quizás anida en la culpa católica) en la misma esfera que, por ejemplo, no beber (en los fines de semana habituales esa promesa dura lo que tarda en desaparecer la resaca física, pero en Año nuevo se trata de una resaca metafísica que no se cura con paracetamol). También asoman la cabeza otros propósitos como perder peso, correr una maratón, dejar de fumar o ceder el asiento en el metro a nuestros mayores. Es decir, seré bueno porque: a) comeré acelgas hasta marzo, b) tomaré agua con gas hasta en el cumple de mi mejor amigo, c) leeré unas cuantas novelitas.
Es más, la lectura, una actividad que debería ser un placer y no una obligación, se aborda con la retórica del atletismo. Se hacen listas de géneros que se devorarán y a qué velocidad se engullirán. Se dice que se leerá no menos de cincuenta páginas y que se subrayarán las frases favoritas. De hecho, se propone como táctica para poder hacerlo el empleo de apps donde se informará al mundo de lo que se lee (hoy he leído cincuenta páginas; hoy he corrido tres quilómetros y medio; hoy no he comido carbohidratos).
Para todos aquellos que se toman la lectura como una especie de fitness mental y que ven en ella un modo de aligerar la mala conciencia, el artista y escritor Austin Kleon ha confeccionado una lista de consejos para ceñirse a las promesas lectoras para 2015. Él, por ejemplo, leyó hasta 70 títulos el año pasado, valiéndose de trucos como el salvapantallas para móvil creado por él mismo: el dibujo de una calavera con la leyenda “mejor lee un libro” (en vez de perder tres horas más huroneando en los Facebooks de vidas ajenas). Él lo logró gracias a eso y a seguir la “Regla de las 50” de Nancy Pearls, que aprendió cuando trabajaba como librero en Cleveland y que consiste en dar una oportunidad de 50 páginas a las novelas antes de decidir si se siguen leyendo o se regalan (a ese señor del metro que intentaba leer por encima de tu hombro, por ejemplo).
Henchido de autoridad por haber alcanzado esa cifra de siete decenas de libros, estos son sus seis consejos (algunos algo dudosos) para los que se prometen leer más en Añonuevo.
1.- Lanza tu móvil al océano (o ponlo en Modo Avión).
Si esa amiga no contesta al teléfono, probablemente lo lanzó en el Mar Rojo para sumergirse en la travesía de En busca del tiempo perdido de Proust. No esperes gran cosa de ella en las próximas semanas: son siete partes. Cuando llegue a El tiempo recobrado, o no te querrá como amigo (la cháchara sobre fútbol o Breaking Bad le parecerá, por así decirlo, una pérdida de tiempo) o necesitará desesperadamente una copa y media farmacia de barrio. El gesto no carece de épica y parece la típica cosa que le pide el Sensei a un karate kid de la lectura (o el Maestro Yoda a su padawan con gafas: arrójalo a ese mar con la mente).
2.- Lleva un libro encima en todo momento.
Un consejo que parece ser una verdadera navaja suiza: por un lado, el libro como complemento (los pendientes, el sombrero, la gabardina, la pipa, el libro) y por el otro, la contrarreloj (puedes ganar una página si lees en ese semáforo en rojo).
3.- Ten otro libro liso antes de acabar el que estás leyendo. Haz una pila de libros que leerás o cárgalos en el eReader.
¿Verdad que, a lo tonto, comes más en un bufet libre o en una cena de pica-pica que cuando te ponen toda la comida en un plato? La idea de tener la mesilla llena de títulos disparará, según Kleon, tu hambre lectora. Leer es una tarea de Sísifo: nunca acabas de leer. Por muchos manuales de los 100 libros que debes leer antes de mudarte al otro barrio que manejes, en realidad (¡spoiler!) nunca son cien. De hecho, sentimos decir que si te gusta leer cuanto más leas menos pensarás que has leído.
4.- Si no estás disfrutando un libro, o aprendiendo mucho de él, abandónalo inmediatamente.
Kleon aquí se permite una concesión. Parece una perogrullada, pero hay quien insiste en acabar los libros que no le gustan en un ejercicio autoflagelador propio de un nazareno lector. Esos libros que agonizan en la cisterna del retrete marcados con un tramo de papel higiénico varado en el mismo capítulo durante eones. Abandonarlos, y estamos ante quizás el consejo más juicioso de Kleon, es lo más parecido a no descartar un plato de comida que sabes que te está sentando mal.
5.- Programa una hora de lectura de no ficción al día (la hora del almuerzo o cualquier rato muerto servirán).
Aquí el perscriptor regresa a la disciplina del profesor de fitness severo. Parece decir que aunque estés devorando la novela de tu vida (regalada por el amor de tu vida), deberás detenerte para leer aquel ensayo sobre las Islas Galápagos durante sesenta minutos.
6.- Vete a la cama una hora antes y lee ficción (te ayudará a dormir).
La idea de la novela como Valeriana. La lectura para descabezar un sueñecito es antigua y tiene mucho predicamento, aunque a la gente que lee con pasión le parezca más contradictoria que echarse al coleto un termo de un litro de café pasada la medianoche. Si te está gustando, es probable que no te duermas hasta las mil.
7.- Publica en algún blog lo que lees y comparte lo que lees en alguna red social (así otros también te recomendarán lecturas).
El autor de esta tabla de ejercicios remata aquí con la visión definitiva de la lectura como ejercicio físico. De los creadores de publica las calorías que has quemado con esa carrerita mañanera llega: demuéstrale al mundo cuántas páginas puedes leer. El consejo entronca con la extraña idea de que el placer llega cuando se ha leído (y por tanto cuando se dice que se ha leído) y no cuando se está leyendo. Es una visión de la lectura que retrotrae a la imagen del adolescente que disfruta más explicando a sus amigotes con qué chica se ha ido a la cama que yaciendo y dándose arrumacos con ella.
En estas listas de propósitos, leer se sitúa (por una extraña razón que quizás anida en la culpa católica) en la misma esfera que, por ejemplo, no beber (en los fines de semana habituales esa promesa dura lo que tarda en desaparecer la resaca física, pero en Año nuevo se trata de una resaca metafísica que no se cura con paracetamol). También asoman la cabeza otros propósitos como perder peso, correr una maratón, dejar de fumar o ceder el asiento en el metro a nuestros mayores. Es decir, seré bueno porque: a) comeré acelgas hasta marzo, b) tomaré agua con gas hasta en el cumple de mi mejor amigo, c) leeré unas cuantas novelitas.
Es más, la lectura, una actividad que debería ser un placer y no una obligación, se aborda con la retórica del atletismo. Se hacen listas de géneros que se devorarán y a qué velocidad se engullirán. Se dice que se leerá no menos de cincuenta páginas y que se subrayarán las frases favoritas. De hecho, se propone como táctica para poder hacerlo el empleo de apps donde se informará al mundo de lo que se lee (hoy he leído cincuenta páginas; hoy he corrido tres quilómetros y medio; hoy no he comido carbohidratos).
Para todos aquellos que se toman la lectura como una especie de fitness mental y que ven en ella un modo de aligerar la mala conciencia, el artista y escritor Austin Kleon ha confeccionado una lista de consejos para ceñirse a las promesas lectoras para 2015. Él, por ejemplo, leyó hasta 70 títulos el año pasado, valiéndose de trucos como el salvapantallas para móvil creado por él mismo: el dibujo de una calavera con la leyenda “mejor lee un libro” (en vez de perder tres horas más huroneando en los Facebooks de vidas ajenas). Él lo logró gracias a eso y a seguir la “Regla de las 50” de Nancy Pearls, que aprendió cuando trabajaba como librero en Cleveland y que consiste en dar una oportunidad de 50 páginas a las novelas antes de decidir si se siguen leyendo o se regalan (a ese señor del metro que intentaba leer por encima de tu hombro, por ejemplo).
Henchido de autoridad por haber alcanzado esa cifra de siete decenas de libros, estos son sus seis consejos (algunos algo dudosos) para los que se prometen leer más en Añonuevo.
1.- Lanza tu móvil al océano (o ponlo en Modo Avión).
Si esa amiga no contesta al teléfono, probablemente lo lanzó en el Mar Rojo para sumergirse en la travesía de En busca del tiempo perdido de Proust. No esperes gran cosa de ella en las próximas semanas: son siete partes. Cuando llegue a El tiempo recobrado, o no te querrá como amigo (la cháchara sobre fútbol o Breaking Bad le parecerá, por así decirlo, una pérdida de tiempo) o necesitará desesperadamente una copa y media farmacia de barrio. El gesto no carece de épica y parece la típica cosa que le pide el Sensei a un karate kid de la lectura (o el Maestro Yoda a su padawan con gafas: arrójalo a ese mar con la mente).
2.- Lleva un libro encima en todo momento.
Un consejo que parece ser una verdadera navaja suiza: por un lado, el libro como complemento (los pendientes, el sombrero, la gabardina, la pipa, el libro) y por el otro, la contrarreloj (puedes ganar una página si lees en ese semáforo en rojo).
3.- Ten otro libro liso antes de acabar el que estás leyendo. Haz una pila de libros que leerás o cárgalos en el eReader.
¿Verdad que, a lo tonto, comes más en un bufet libre o en una cena de pica-pica que cuando te ponen toda la comida en un plato? La idea de tener la mesilla llena de títulos disparará, según Kleon, tu hambre lectora. Leer es una tarea de Sísifo: nunca acabas de leer. Por muchos manuales de los 100 libros que debes leer antes de mudarte al otro barrio que manejes, en realidad (¡spoiler!) nunca son cien. De hecho, sentimos decir que si te gusta leer cuanto más leas menos pensarás que has leído.
4.- Si no estás disfrutando un libro, o aprendiendo mucho de él, abandónalo inmediatamente.
Kleon aquí se permite una concesión. Parece una perogrullada, pero hay quien insiste en acabar los libros que no le gustan en un ejercicio autoflagelador propio de un nazareno lector. Esos libros que agonizan en la cisterna del retrete marcados con un tramo de papel higiénico varado en el mismo capítulo durante eones. Abandonarlos, y estamos ante quizás el consejo más juicioso de Kleon, es lo más parecido a no descartar un plato de comida que sabes que te está sentando mal.
5.- Programa una hora de lectura de no ficción al día (la hora del almuerzo o cualquier rato muerto servirán).
Aquí el perscriptor regresa a la disciplina del profesor de fitness severo. Parece decir que aunque estés devorando la novela de tu vida (regalada por el amor de tu vida), deberás detenerte para leer aquel ensayo sobre las Islas Galápagos durante sesenta minutos.
6.- Vete a la cama una hora antes y lee ficción (te ayudará a dormir).
La idea de la novela como Valeriana. La lectura para descabezar un sueñecito es antigua y tiene mucho predicamento, aunque a la gente que lee con pasión le parezca más contradictoria que echarse al coleto un termo de un litro de café pasada la medianoche. Si te está gustando, es probable que no te duermas hasta las mil.
7.- Publica en algún blog lo que lees y comparte lo que lees en alguna red social (así otros también te recomendarán lecturas).
El autor de esta tabla de ejercicios remata aquí con la visión definitiva de la lectura como ejercicio físico. De los creadores de publica las calorías que has quemado con esa carrerita mañanera llega: demuéstrale al mundo cuántas páginas puedes leer. El consejo entronca con la extraña idea de que el placer llega cuando se ha leído (y por tanto cuando se dice que se ha leído) y no cuando se está leyendo. Es una visión de la lectura que retrotrae a la imagen del adolescente que disfruta más explicando a sus amigotes con qué chica se ha ido a la cama que yaciendo y dándose arrumacos con ella.
Ningún comentario:
Publicar un comentario